Paulina Bobadilla, Directora de Casa de los Niños del Colegio Epullay, con 30 años de trayectoria, y uno de los más prestigiosos en el aprendizaje basado en la filosofía Montessori, comparte consejos para convertir festividades como Halloween en una oportunidad de aprendizajes respecto a la identidad, la generosidad y, para fomentar la empatía y la creatividad.
Durante todo el año, las celebraciones y actividades en grupo son momentos ideales para que los niños desarrollen habilidades socioemocionales, siempre que se vivan desde una mirada educativa y consciente.
“La preparación de disfraces, decoraciones, juegos o actividades especiales permite que los niños trabajen la creatividad y la expresión personal, mientras que compartir alimentos, participar en dinámicas grupales o integrarse en celebraciones comunitarias fomenta la empatía, la paciencia y el respeto por los demás”, explica Paulina Bobadilla, Directora de Casa de los Niños del Colegio Epullay, con 30 años de trayectoria, y uno de los más prestigiosos en el aprendizaje basado en la filosofía Montessori.
“Además, enfrentar pequeños desafíos propios de las actividades, como organizar un evento o crear algo nuevo, ayuda a los niños a reconocer y regular sus emociones”, agrega.
Aprender a través de la colaboración y la creatividad
Los disfraces, el juego simbólico y las actividades creativas permiten a los niños ponerse en el lugar de otros, explorando emociones, identidades y diferentes puntos de vista.
“El trabajo en equipo para organizar actividades o decorar desarrolla la colaboración y el sentido de pertenencia al grupo, mientras que la libertad para crear personajes o manualidades estimula la imaginación”, señala Bobadilla.
Reconexión y aprendizaje en familia
Para las familias y comunidades educativas, estas celebraciones también son oportunidades de reconexión y aprendizaje conjunto. Actividades simples, como crear disfraces con materiales reciclados, compartir cuentos o cocinar en equipo, permiten reforzar valores esenciales.
“Talleres de disfraces hechos en casa, rondas de cuentos, juegos colaborativos o preparar alimentos para compartir son actividades sencillas y muy efectivas para fomentar la creatividad, la empatía y la cooperación”, explica Paulina.
Incluso el simple acto de organizar la actividad de manera equitativa puede convertirse en una lección sobre generosidad y respeto. Por ello, la educadora enfatiza la importancia de acompañar a los niños para que disfruten de la actividad sin miedos excesivos ni presiones.
“Los adultos deben presentar estas celebraciones como espacios seguros y divertidos. Validar emociones y ofrecer herramientas —como el humor, la compañía de amigos o el diálogo abierto— ayuda a disminuir la ansiedad”, comenta.
“Asimismo, se puede fomentar un enfoque cooperativo más que competitivo, destacando el valor de participar y compartir por sobre la rivalidad o el logro individual”, agrega.
Desde esta mirada, las actividades colectivas dejan de ser solo un momento de diversión para transformarse en experiencias ricas en aprendizajes emocionales y sociales, donde los niños pueden disfrutar mientras desarrollan empatía, creatividad y confianza en sí mismos.




