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SALUD MENTAL EN LA REGIÓN DE O’HIGGINS: UNA REFLEXIÓN URGENTE Y COMPARTIDA

Hablar de salud mental hoy es una conversación ineludible, profundamente humana, que debe ocupar un lugar central en nuestras familias, nuestros trabajos y nuestras instituciones. En la región de O’Higgins, donde se entrelazan tradiciones rurales, crecimiento urbano y un fuerte sentido de comunidad, la salud mental se ha convertido en un desafío que atraviesa todos los ámbitos de la vida.

Los últimos años han sido particularmente exigentes. La pandemia, las transformaciones del mundo laboral y las tensiones sociales han dejado huellas visibles en el bienestar emocional de miles de personas. En los centros de atención primaria, en los lugares de trabajo o en los colegios, se repite una misma realidad: hay más estrés, más ansiedad, más agotamiento. Detrás de cada cifra, hay una historia de esfuerzo y de búsqueda de equilibrio en medio de la incertidumbre.

Como instituciones públicas nuestra tarea no se limita a atender emergencias o gestionar programas; debemos también fomentar una cultura de cuidado, donde la salud mental se reconozca como parte esencial de la vida. La prevención, el acompañamiento y la empatía deben ser pilares de nuestro quehacer diario.

Desde el Instituto de Seguridad Laboral (ISL), por ejemplo, hemos comprendido que la salud mental de las y los trabajadores es tan importante como su seguridad física. Estrés, sobrecarga, acoso o fatiga no son solo conceptos, son riesgos reales que afectan la vida y el desempeño de las personas. Por eso, promover entornos laborales saludables, libres de violencia y con espacios de apoyo se ha vuelto una prioridad.

Pero esta tarea no puede ni debe recaer únicamente en una institución. La salud mental se construye colectivamente, en red. Requiere la colaboración de los servicios de salud, los municipios, las empresas, las organizaciones sociales y sindicales, y por supuesto, de la comunidad. Cada actor tiene algo que aportar: desde una política pública bien diseñada hasta un gesto cotidiano de respeto o escucha.

La pregunta que deberíamos hacernos como región es sencilla, pero profunda: ¿Qué lugar le estamos dando al bienestar emocional en nuestra vida diaria? En una zona caracterizada por su identidad trabajadora, por la fuerza del campo y por su arraigo comunitario, vale la pena detenernos a pensar si estamos cuidando también el alma de quienes sostienen ese desarrollo.

A veces, los cambios más significativos comienzan con acciones pequeñas. Un espacio de conversación en el trabajo, una jornada de sensibilización, una pausa saludable, un reconocimiento sincero o simplemente la posibilidad de hablar sin temor sobre lo que sentimos. La salud mental se fortalece cuando dejamos de verla como un tema ajeno y empezamos a integrarla en nuestra manera de convivir.

Como funcionarias y funcionarios públicos, tenemos además una responsabilidad adicional: dar el ejemplo. Promover el buen trato, la cooperación y la empatía dentro de nuestras propias instituciones es el primer paso para proyectar esos valores hacia la comunidad. Cada funcionaria y funcionario que escucha con respeto o apoya a un colega está contribuyendo silenciosamente a construir una cultura de bienestar.

En O’Higgins tenemos algo que no todas las regiones poseen: una profunda capacidad de organización y de solidaridad. Esa fortaleza social, que tantas veces nos ha permitido salir adelante frente a las dificultades, puede ser también nuestra mejor herramienta para cuidar la salud mental. Si logramos incorporar esta mirada en nuestras políticas, en los espacios de trabajo y en nuestras conversaciones cotidianas, estaremos dando un paso firme hacia una región más humana y más consciente.

Hablar de salud mental no es hablar de debilidad. Es hablar de dignidad, empatía y esperanza. Es reconocer que todas las personas, en algún momento, necesitamos apoyo y contención. Y es también una invitación a construir, entre todas y todos, una comunidad que se cuide, que escuche y que valore el bienestar emocional como un derecho y no como un privilegio.

Desde el compromiso institucional y la convicción personal, la invitación es clara: pongamos la salud mental al centro de nuestras prioridades. Porque una región que cuida la mente y el corazón de su gente, es una región que realmente progresa.

Por Guillermo Acuña Muga, director regional Instituto de Seguridad Laboral (ISL) O’Higgins

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