Este domingo 7 de mayo tendremos en nuestro país una nueva votación sobre el proceso constituyente. No obstante, pareciera que las votaciones de este domingo no cuentan con el mismo fulgor social que otras votaciones.
Lo que para muchos se percibe en el ambiente, en cierta medida fue corroborado hace unos días atrás, por un estudio realizado por la Universidad Diego Portales y Feedback Research (el último 24 de abril). Esta encuesta ciudadana – entre otras cifras – señala que un 83,5% de los encuestados está poco o nada informados sobre el proceso constituyente, un 66% no conoce a ningún candidato y, una cifra que es llamativa, un 35,3% de las personas encuestadas irán a votar sólo para no recibir una multa.
Dados estos números, cabe preguntarse, ¿qué pasó durante los últimos 2 años con esta efervescencia ciudadana por participar de los cambios sociales? Más allá de la intención de voto, es legítimo preguntarse por esta escasa motivación de seguir de cerca el proceso constituyente. Por lo tanto, ¿será que este largo proceso fatigó a la ciudadanía?, ¿será que la atención puesta actualmente por la ciudadanía tiene que ver con otras temáticas, como la inseguridad social y el fenómeno migratorio?, o bien, ¿qué tan responsable es la propia ciudadanía de este alto nivel de desinformación?
Más allá del análisis puntual por las causas de este desinterés ciudadano, lo importante que debemos destacar es que el proceso constitucional sigue; actuamos de alguna manera como si esto ya hubiese acabado y lo cierto es que aún queda bastante camino por recorrer. En este sentido, aun cuando el fervor no siga siendo el mismo, o creamos que este proceso ha ido perdiendo legitimidad, la responsabilidad cívica de votar informado se mantiene intacta.
Serán elegidos a través de nuestro voto – o no – otros 50 consejeros que tendrán la gran responsabilidad de continuar con el proceso constituyente. ¿Cómo podríamos estar de acuerdo – o en desacuerdo – con un texto, si elegimos a alguien para que nos representase, más bien por tincada, que por estar informado/a sobre sus propuestas? Por tanto, creo que el llamado a la responsabilidad política no sólo debe dirigirse a los políticos formales, nosotros los ciudadanos de a pie también tenemos un deber social y político cada vez que somos convocados a estas instancias. De lo contrario, bien podría aplicarse el viejo dicho, después “a llorar a la iglesia”.
Por: Felipe Mendoza Aravena
Docente de la carrera Servicio Social
IP Santo Tomás, sede Rancagua